lunes, 31 de octubre de 2011

Reencontrando tu Presencia

Nunca supe decirte la emoción que invadía mi cuerpo al leerte todas las mañanas. Quizá ni siquiera sepa ahora trasmitirte lo que siento cuando abrazo tu calor cercano.
Nunca extraño es lo extraño en nuestro encuentro. Un encuentro que espera por días y noches a ser eclipsado nuevamente por las palabras de deseo.
Una interrogación que invade mi cuerpo como si ya estuvieras en él. Esas caderas que tiemblan de deseo y miedo como si las flores no fueran a renacer en primavera.
Esas palabras que penden de un hilo constante para que la línea que las sujeta no se rompa por el placer concluido.
La línea de las palabras y el rubor de tu mirada, que encuentra escondite en la sonrisa clara de la mañana teatral, es lo que me encanta de ti. Una vez me lo preguntaste y el silencio dio lugar a nuevas palabras y sensaciones.

Un sillón raído que me recuerda a horas y horas de sonidos embadurnados de un halo de conocimiento.
Y ese café que siento apoderarse de mí en una batalla de titanes por un universo de placer. Imagino esa noche que no dejo que acabe. Quiero ver el sol, pero no quiero que eclipse la luna de tus caricias.
Ese brindis de burbujas y letras que quisimos posponer, y que ahora entiendo el momento de su luz brillante cuando te tengo… El momento que no supimos capturar más allá de la imaginación y de los recuerdos que esos pasos de piedra nos señalan día a día.
Un paso del tiempo del que nunca quise saber. Un paso del tiempo que voló fugaz como las mariposas en otoño y que revivió esa sensación de vergüenza que tan viva me hacía sentir.
Te encuentro todos los días en presencia de mi pasión, en presencia de tus palabras, en presencia de mi sonrisa, en presencia de tus caricias, en presencia de mi razón, en presencia de tu corazón, en presencia de mi mañana con mi té, en presencia de tu noche con tu café… Así te reencuentro una y otra vez bajo las palabras libres…





CAFÉ Y TÉ

Te pienso cuando leo tus palabras. Pienso en el abrazo que piensas. Dos meses en tiempo nos separan de él y sin embargo te siento cerca.
Café y té, una mezcla ardiente que nunca concluye su relato. Una cita en un teatro para dos donde el eco de tu rubor se desploma bajo mi sonrisa cuando llegas tarde para esa copa…
Recuerdos y recuerdos a los que nunca pongo fin a pesar de tener el futuro en mis pensamientos y deseos. Deseo de ese abrazo que siento vivo cuando cierro los ojos. Deseo de ese beso que no sé cómo sabrá y que no quiero imaginar si no estás a mi lado. Deseo de tus caricias que siento cuando leo tus escritos.  Deseo de tu cuerpo cuando pienso en la atracción que me invade por dentro.
Café y té, revueltos en las sábanas del placer de la mañana que no abre su cielo si no es contigo.
Una sonrisa, que se me escapa constantemente cuando leo tus palabras, es lo que te regalo todos los días. Palabras que siento risueñas y jugando en mi piel como si la noche nunca tocara su fin. Y esa sensación que despiertas en mí cuando coqueteas con la chica del vestido amarillo.
No te quiero esperar, pero te espero… paciente y confiada con un té que tomo lentamente, como si fueras el torrente de placer que se vierte en mis labios.
Un té para relajarme, como cuando siento tus dedos por mi espalda y mi cuello… fugaces y suaves, deseando ese tumulto de sábanas y pieles en un momento de la noche en el que la luna tenga envidia de nuestros roces.
Y un café para despertarte en la mañana clara de una pasión que comienza con el sol. Un sol ardiente que quema tu piel cuando tapas la mía con tu torso desnudo y dejas que los rayos de placer que despiertas en mí te atraviesen.
Sientes ese deseo constante que explota en mí como el final de la tempestad. Y mis labios aun quieren recorrer ese torso quemado por el sol de la pasión viva, de un encuentro constante. Y tus manos aun quieren acariciarme, como si tuvieran que alejarse y recordarme pintando mi silueta en la arena de la playa.
Un café y un té express… Y la emoción de que nuestra presencia no sea un sueño o un juego de palabras hecho para cambiar tu mirada en la que veo las llamas del deseo buscadas. Encuéntralas en mí…
No te quiero esperar, pero te espero como tu té en la noche.


Palabras que vuelan...

Palabras que vuelan a Guadalajara
Palabras que vuelan a Colima
Palabras que vuelan desde Morelia, donde tu recuerdo aun está grabado en la piedra de sus calles
Palabras sin más
Palabras sin texto ni contexto
Palabras de apoyo, palabras de aliento
Palabras…
Palabras claras y palabras buscando ese segundo giro en tu cuello
Palabras tiernas y palabras pícaras
Palabras que expresan y palabras que desestresan por la pasión que despiertan
Y palabras…
Palabras con las que te siento más cerca y palabras duras sin voz que me dejan alerta
Palabras sin sentimiento que con el tiempo se forman en la comisura de tus labios, esperando ser lanzadas al aire para que con tu abrazo retomen esa atracción que las haga volar hacia mí…
Quiero esas palabras, mi sonrisa aflora cuando te leo
Siento que tus palabras abren la razón para dejar que el corazón se alíe con tus besos irreales
Te leo, te leo, te leo…
Te siento lejos, pero te siento…
Y palabras… esperando pintar con lápiz la silueta de esta hermosa ilusión.



miércoles, 26 de octubre de 2011

EL ADIÓS

El sabor amargo del té se entrelazaba con el olor del café recién servido. Y tú a mi lado. Conversaciones inusuales entre dos desconocidos que se acaban de presentar tras miradas y sonrisas que dejan entrever ese destello.
Ese breve pero intenso brindis de copas de vino del color de la pasión que llega de lo inesperado entre un halo de ficción. Un Te acompaño a tu hotel negado por la vergüenza y el deseo.
La sensación del límite y de lo fugaz es lo que enriqueció la línea de las palabras. De nuestras palabras, aquellas que rogaban expresión para la otra persona, aquellas que se guarecían en aquel teatro para dos, aquellas que se ligaban a los sorbos de té que permitían un acercamiento mayor entre nuestras inquietudes…
Y otro brindis final en el que los recuerdos de aquellas miradas y sonrisas fueron los únicos presentes. Esa timidez mezclada con la fuerza de la atracción. Ese abrazo mezclado con lo sensual. Esa sensación de final mezclada con el deseo de un reencuentro físico. Ese té mezclado con el café. Esa lluvia mezclada con el olor del contacto esperado. Y esa fina línea de las palabras mezclada contigo y conmigo.
Y la noche se cerró encapotando el cielo como una bola de cristal color grisáceo. Y la lluvia no cesaba. Veía las gotas estamparse contra el cristal, por el que veía el paisaje del que me despedía, una y otra vez. Y tu mirada había quedado atrás junto al último abrazo.
Las sensaciones eran constantes, cual intensos habían sido los días en los que habíamos compartido ese espacio ideal. Y ese viaje ya tocaba su fin con cierto sabor a alegría y satisfacción encontradas.
 No sabría decir cómo. Pero esa mirada perdida se reencuentra una y otra vez cada día, adelantando el camino de las flores hasta el mar. El mar que nos espera, cual nuestras palabras esperan alcanzar un corazón. El corazón de un cuerpo que lleva tu nombre. Y el deseo de un  cuerpo que lleva mi nombre. 
Tu adiós. Y mi adiós.

martes, 25 de octubre de 2011

Aquel vestido verde

Salíamos todos como búhos en la noche, esperando a que cayese el sol para poder andar a nuestras anchas por las calles del París devastado y liderado ahora por los Nazis. Corría el año 1942 y la noche se hacía nuestra por su oscuridad, peligro y anonimato.
Hasta el momento nadie había descubierto mi verdadera identidad. Aun así había que andarse con mucho cuidado y más aun yo, un agente británico con identidad falsa francesa quien, para colmo, no había podido sucumbir a los encantos de Alice, una pianista que trabajaba en uno de los más famosos locales nocturnos a los que acudían en masa los nazis para divertirse.
Esa noche fui a verla. Y aunque la amaba en silencio, sabía cuáles eran las  órdenes y no podía interponer un capricho amoroso a mis obligaciones.
Y ahí estaba ella, sentada al piano envuelta sensualmente en un vestido de raso verde turquesa con un bonito collar de perlas. Cuando hubo terminado me levanté con la intención de invitarle a una copa, pero hubo alguien que se me adelantó. Aquel teniente de las SS, que ya había visto más de una vez, se acercó a ella y tras unas breves palabras salieron juntos del local. Yo les seguí convencido de que algo no iba bien.
Cuando llegué a su apartamento, esperé en la escalera con todos mis sentidos dispuestos a descubrir qué ocurría dentro del piso. Les escuchaba vagamente discutir. No llegaba a entender lo que decían pero el ruido de algo que rompió el silencio de la noche me alertó de que mi intuición estaba en lo cierto. De repente se escucharon los gritos de ella, en un vago susurro que cada vez se escuchaba más lento, y yo no sabía qué hacer. No podía revelar mi identidad, ni siquiera por ella, ni siquiera para salvarla. Escuché unos golpes y un silencio brutal y temeroso llenó el apartamento, todos y cada uno de sus rincones. Comprendí que todo había terminado y que debía esconderme.
La respiración se me cortó en cuanto escuché la puerta abrirse. El asesino de las SS salía despacio e intentando hacer el menor ruido. Bajó las escaleras y cerró la puerta de la calle. El silencio era tal, tan aterrador, que oía aun sus pisadas por la calle.
Allí estaba ella, tirada en el salón de su casa, ahogada en su vestido verde y con los ojos abiertos, mirándome con expresión desencajada. Todo había terminado, mi misión se había cumplido con éxito. Y mi corazón estaba roto.

Aquel encuentro contigo

¿Fue el espacio ideal? Nos conocimos en un espacio global, internacional y amable con los estudiosos… ¿Pero fue el espacio ideal? No tengo la respuesta. No porque realmente no lo sepa, sino porque no creo en los espacios ideales. Y menos para conocer a una persona. Y esa persona eres tú, esa persona con la que crucé una mirada en un segundo que se hizo hora bloqueada en la idealidad del encuentro…
Una y otra y otra mirada, cual silencio cautivador se rompió con un “Buenos días” tímido y recogido en una sonrisa que dejaba despertar el flechazo.  Un flechazo no acorde con la realidad de los cuentos de hadas ni de las historias de amor  imposibles, un flechazo simpático que rompió nuestra timidez para acercar nuestras vidas a través de las palabras que tanto nos gustan.
Hicimos actuales nuestros encuentros compartidos por palabras, letras y libros. Sonrisas, guiños, acercamientos, dulces reclamos…  y una lluvia. Una lluvia que limpió esa nostalgia encerrada del amor pasado y que hizo renacer una ilusión a través de un camino hacia el nuevamente espacio ideal.
¿Espacio ideal? No. Momento, tiempo, eclipse, encuentro, realidad, contacto…
Ese acercamiento de miradas en la búsqueda incansable de reflejar en nuestros ojos la claridad de aquella sensación… Eso fue lo que yo sentí en esos días de encuentros y acercamientos, de risas y miradas, de lluvias y sol, de charlas y lecturas, de prisas y nervios, de brindis y despedidas.
El halo de la magia no inmortalizó nuestro encuentro porque la realidad ganó a la fantasía y nuestros guiños fueron capaces de hablar y decidir con una mirada qué sería de nosotros.
Aquel encuentro contigo que me haces recordar cuando te leo… aquel encuentro contigo que tengo presente como si fuera ayer… Aquel encuentro contigo en el que las miradas pudieron más que la timidez de nuestra razón… Aquel encuentro contigo en una soleada mañana de octubre… Aquel encuentro contigo en el teatro… Aquel encuentro contigo en el ocaso de los conocedores de las letras… Aquel encuentro contigo en la línea de las palabras y los sentimientos… Aquel encuentro contigo en un minuto… Aquel encuentro contigo que se desvanece y se recrea en mi memoria cuando te leo… Aquel encuentro contigo…
Y aquel encuentro contigo es lo que hoy me hace escribir estas líneas de sensaciones marcadas por días y tardes de charla. Y ahora me pregunto: ¿Qué nos unió? ¿Nos unieron las sensaciones compartidas? ¿Nos unieron las palabras y los discursos? ¿Nos unieron las sonrisas? ¿Nos unieron las gotas de agua caídas del cielo? ¿Nos unieron las plumas con las que escribimos estos pensamientos? ¿Nos unió aquel encuentro que quisimos inconscientemente grabar en la memoria para ahora dejar volar la imaginación y poder recordarlo con adornos de nuestras sensaciones pasadas?